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lunes, 3 de junio de 2013

¡Qué susto! No todo depende de nosotros

Es exagerado, en el momento en que alguien grita sin yo esperarlo, un ruido que se haga en completo silencio o si me tocan por detrás sin yo saber que hay alguien… Es tal el susto que me meto que puedo llegar a tocar el techo de los saltos que doy. Es horroroso. El corazón se me pone a mil –y yo dándole pastillitas para que vaya más despacio-. Y luego se me queda un mal cuerpo… Ah! Y las risitas y las miradas de los de a mi alrededor, y yo roja como un tomate.

Más de dos veces se me ha caído el vaso de café por encima –sí, he dicho vaso, habría más riesgo de tirarme el café si fuera una taza; ya sabéis como tenemos el pulso los atáxicos- por un movimiento brusco que hacía el que estaba enfrente de mí o por un grito que ha dado el que tengo al lado…
Y qué decir de los globos, que cuándo veo alguno ya me entran todos los dolores o de los petardos, que cuando comienza marzo, me encerraría en casa todo el mes. Es lo peor, no es que les tenga miedo pero, el susto que me da al explotar aunque lo esté viendo… Sin ir más lejos, estas fallas, por un petardo que tiraron pegué un sobresalto que me comí el suelo; a partir de ese día, me compré un cinturón-faja y ya no han habido más incidentes.


Hasta una obra de teatro, que la ví 5 veces, sabía el momento exacto en que disparaba la pistola, pues aún así pegaba cada salto… y no me iba de morros porque tenía otra butaca delante.

Y sí, aquella vez que el pulgar de la mano izquierda se me salió del sitio a causa de una caída, también fue por un susto. Era la comunión de mi hermano –haces tres años- y yo iba monísima con mi vestido nuevo azul oscuro, manoletinas negras –sin tacón, of course-, mi pelo todo engominado y coleta alta súper elegante –que me había hecho mi tía desde bien pronto-, unos pendientes morados –de esos que yo digo “tipo hilo”- alargados y con perlas finitas –preciosos, que me los había dejado una compañera de mi madre- y maquillada. Vamos, uno de esos días en que estaba divina de la muerte. Bueno, el caso es que ya estábamos todos en el portal de casa preparados para salir, yo estaba de pie –esa fue la última temporada en que yo iba andando a todos lados- apoyada del brazo de mi abuela, pero faltaba la traca! Yo pensaba que no pasaría nada y no me quise sentar en el escalón. Mi tío encendió la traca y eso que yo estaba mirando y no me pilló desprevenida, pero fue tan grande el susto que me lleve y mi gran falta de control, que en cuestión de décimas de segundos ya estaba tirada en el suelo y con todos a mi alrededor. Lo primero que hice fue mirarme La mano izquierda y tenía el dedo gordo completamente del revés, con el hueso salido… Se me arruinó el maquillaje de tanto llorar, pero el pelo, mira si tenía gomina que no se salió un pelo! Al final no fue nada, me hicieron una radiografía y al ver que no lo tenía roto, la médico “a lo bruto” me lo volvió a poner en su sitio. Y estuve un par de semana con la mano vendada e inmovilizada y a volar. Y todo por un susto…
Creo que a poca gente le dije que la caída había sido causada por la traca, me daba mucha vergüenza… Pero si alguno de ellos lee esto, ya lo sabe ;)




Me pasa desde hace varios años y siempre tengo la mosca detrás de la oreja…¿Esto de los sustos será por la enfermedad o porque soy tonta? Nadie sabía responderme. Hasta que el otro día lo pregunté a un grupo de gente -maravillosa, que me dieron una genial acogida- con Ataxia y resulta que a todos les pasa lo mismo! Algo más que nos caracteriza y nos hace especiales…
En la Ataxia no todo depende de nosotros, es nuestro sistema nervioso el que manda.

‎"Nada exige más coraje que luchar contra tu propio cuerpo en rebeldía"
Alberto Vázquez Figueroa

1 comentario:

  1. Hola soc antonio y por fin te puc escribir en el meu conter de gmail, que teu pases be, wappa.

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