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miércoles, 1 de julio de 2020

Dentro del caos

Corre. Llega a todo. Y hazlo bien. Si tienes alguna adversidad, esfuérzate más; pero llega a todo y sigue haciéndolo bien. Si todos entregan el proyecto, tú también, no vas a ser menos; aunque vayas de cráneo, aunque notes que no puedes más, aunque quieras enviarlo todo a la porra. Ah, y sonríe; eso siempre.

Vivimos en tiempos de competitividad y rapidez.

Ese ha sido, durante los últimos tres meses y medio, uno de los mensajes que se ha lanzado desde los medios de comunicación. Leyendo apuntes en la mesa del salón, escuchando clases online (mientras cruzas los dedos para que no se caiga el wifi o la perra no ladre) y haciendo exámenes con el pantalón del pijama. Haciéndolo todo normal, cuando nada lo era. Pero como eso se esperaba de nosotros, pues adelante. ¿Y qué pasa con los que tropezamos y no pudimos con lo que llevábamos hasta principios de marzo? Esas imágenes ejemplares de trabajo en casa y de darlo todo, lejos de animar y activarte, hacían que te hundieras todavía más; sería como el bofetón que remedia la depresión, que aun hoy se escucha. Porque el tropiezo no se debe simplemente a una falta de motivación por esa actividad, es algo más complejo; puede ser que ya lo arrastrásemos de antes y con el confinamiento se haya acentuado, o que al confinarnos tan bruscamente, sin el necesario periodo de adaptación, haya explotado.

Después de las semanas de aislamiento más severo, he ido enterándome de gente que ha cogido bajas y se ha dejado carreras; que le han dado el pause a todo. Gente que se ha quedado atrás, y que por miedo a defraudar o vergüenza por no llegar, ha callado. 
Gente que hemos tenido que hacer nuestro propio periodo de adaptación dentro del caos. Y desde fuera, “si se compara con…”, se podrá ver como un logro o un fracaso, pero ¡ay! lo que nos ha costado…
Remontar emocionalmente después de esta primavera, va a costar.

Puedo sentir los pellizcos y los lagrimones que bordeaban mis mejillas, hace tres semanas, al acabar un examen. ¡Un simple examen! Pero los lagrimones no eran por saberme el temario de carrerilla, sino por el esfuerzo y las renuncias que conllevaron. (Te invito a que leas los dos párrafos, sobre EL ESFUERZO, del margen derecho de este blog). Que tú dirás: Pero chata, con la que tienes encima y llorando por un examen… Resulta que, como personas humanas que somos, nos planteamos metas (objetivos grandes y lejanos), pero necesitamos objetivos pequeñitos y alcanzables a corto plazo, que nos ayuden a alcanzar esa meta y a motivarnos.


P.D. Me voy a la librería, que tengo que recoger los tres libros que encargué por teléfono, y no veo el momento de devorarlos.