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miércoles, 21 de noviembre de 2018

Los músculos de la sonrisa

Hace cuatro años empecé a escribir unas páginas sueltas para, supuestamente, algo que no fuera el blog, y ahí se quedaron. Hoy se han convertido en un puñado de folios con coherencia, o eso dicen, que en unos días salen a la venta y que he titulado Los músculos de la sonrisa.

Creo que fue por ese mismo tiempo cuando leí que, para escribir un libro, se necesitan tres cosas: disciplina, constancia y tiempo. Tres variables independientes pero igual de importantes que el contenido del libro: trama, emociones, razonamientos, diálogos, pensamientos abstractos... Por mucho que se tenga una historia buenísima en la cabeza, si no se dispone de tiempo o de constancia para centrarse en esa tarea durante unas horas diarias, nada; o al contrario, se puede tener tiempo y ser disciplinado, pero si no hay un hilo fuerte de donde tirar para que brote una historia... nada de nada.
En aquel momento no entendí porqué se requerían esos tres elementos, pero hoy ya sí, mucho. Disciplina para planificarse el trabajo (qué vas a contar y en qué momento), cumplir los tiempos y comprometerse con el proyecto final. Constancia para atornillarse a la silla a escribir las horas y los días establecidos; sin desfallecer, habrá días que serán más provechosos que otros. Y tiempo; tiempo que permita poner en práctica esas dos cualidades, renunciando a planes mucho más jugosos que escribir.

Escribir no es otra cosa que abrir la cabeza y esparcir ideas con coherencia, elegancia y sentimiento (y conforme más se alcanza la excelencia en cada uno de esos ámbitos, más gusta al público lector). Complejo, sí, al menos para mí; ya me lo parecía antes, con que ahora más. Es cierto que no lo escribí para nadie más que no fuera yo, pero cuando puse el punto y final -después de sentir un profundo orgullo- desee que gustara (compartir algo imposible, antes de realizarlo, tan tuyo, con tanta energía puesta, tanta ilusión...), y más siendo una amante de las historias escritas.

Ese montón de páginas tejidas por letras tienen dos objetivos claros y sinceros:
    -Yo soy la cara visible, por supuesto, cuento mi historia, pero no busco reconocimientos ni nada por el estilo. Cuento cómo se persigue un diagnóstico, cómo es volverse tocable cuando te crees intocable; cómo es mirar al monstruo a los ojos, temerlo y luego abrazarlo...
    -Dar a conocer la Ataxia como enfermedad y sus intríngulis de síntomas que sólo conoce quién convive con ella (hasta dónde afecta, hoy en día es algo desconocido). Porque aunque sea una de las patologías más comunes de las clasificadas como raras, sigue siendo desconocida por gran parte de la sociedad.


Espero haberlo conseguido.


‎“A los que buscan
aunque no encuentren.

A los que avanzan
aunque se pierdan.

A los que viven
aunque se mueran…”

Mario Benedetti

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